Un trastorno que va más allá del placer o del control.
La bulimia nerviosa es un trastorno alimentario que se caracteriza por un impulso incontrolable hacia la comida y una sensación de falta de control sobre el tipo y la cantidad de alimentos consumidos. Con frecuencia, la condición se confunde con el síndrome del vómito (Gibson et al., 2022; Nardone, 2014).
Un placer que envenena
Quienes padecen este trastorno tienden a comer fuera de proporción de lo que la mayoría considera apropiado. La vida de una persona con bulimia suele transcurrir entre un atracón y otro. Sus intentos de hacer dieta suelen desembocar en atracones masivos, que luego conducen a conductas de purga (vómitos, laxantes, hiper-ejercicio, etc). Con este tipo de trastorno, el paciente cae continuamente en períodos de control ininterrumpido con períodos de atracones devastadores, cuyos efectos pueden ser dramáticos.
En la bulimia, los pacientes están siempre a dieta, pero no consiguen mantenerla, y cada vez se encuentran con un fracaso que agrava su falta de autoestima, su sentimiento de culpa y su autodesprecio.
El patrón más común puede verse en pacientes que son capaces de mantener las dietas durante unos meses, perdiendo con éxito muchos kilogramos sólo para encontrarse con que colapsan inexorablemente en ciclos de atracones de nuevo, y en sus atracones, recuperando todo el peso perdido así como eventualmente ganando más de unos pocos kilogramos adicionales.
Al igual que ocurría con el personaje mitológico Sísifo, condenado a empujar una piedra eternamente colina arriba, el bulímico intenta heroicamente una y otra vez empujar su roca hecha de placer y control hasta la cima de la colina, sólo para verla rodar de nuevo hasta el fondo.
A pesar de los muchos intentos de la persona por controlar y empujar esta piedra colina arriba, finalmente se rinde total y completamente y a menudo llega a la obesidad clínica.
Por qué debemos temer las dietas
Mientras el mundo moderno está obsesionado con las dietas, la restricción y el control, se ha creado una tormenta perfecta en la que puede crecer el problema, sin pensar que vivimos en un entorno rico en alimentos de placer o lo que podríamos llamar un entorno obesogénico.
Sin embargo, cuando hacemos dieta, producimos tres efectos peligrosos que agravan nuestro fracaso sobre nosotros mismos:
- El Efecto Rebelión. Cuando hacemos dieta, empezamos a adoptar un enfoque más rebelde de nosotros mismos y de la vida, y en nuestra restricción, empezamos a querer hacer lo que queremos hacer y, por lo tanto, nos rebelamos contra nuestros deseos y empezamos a comer los alimentos deseados,
- El efecto de transgresión. Cuando evitamos, nos abstenemos y controlamos el placer, lo anhelamos más porque ahora hemos transformado lo que antes era una simple barrita o galleta en un deseo culpable y, por tanto, cada vez más placentero, lo que garantiza el rápido e inmediato colapso de una dieta.
- El Efecto Sumisión. Este último efecto suele experimentarse sólo cuando finalmente hemos probado todo lo anterior. Entonces decidimos que no podemos seguir haciéndolo, así que nos sometemos y, en lugar de restringir, comemos continuamente y sin límites, lo que suele provocar un resultado obeso.
Dejar un comentario